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La fiebre de los títulos Odontología 25/10/2018
En alguna de las entrevistas de trabajo para contratar profesionales colaboradores que he realizado en los últimos tiempos me he encontrado con odontólogos que con soltura e interés presentaban sus méritos en un curriculum jalonado de masters y posgrados. Envueltos y protegidos por el papel, argumentaban su capacidad en base a los documentos que presentaban casi como un salvoconducto al mundo laboral. Es tan difícil encontrar trabajo sin experiencia y tan difícil tener experiencia sin trabajar que una manera de facilitarlo todo es presentar un máster o un titulo de experto. Ya lo vemos. Corren malos tiempos para exhibir tantas titulaciones de tan variopinto origen, algunas de dudosa fiabilidad.
La cuestión de la formación falaz , que tan interesadamente airean en estos tiempos los medios de difusión de uno y otro color, no es baladí. El sistema docente creó en su momento unos mecanismos de validación que garantizaban la seriedad de los conocimientos adquiridos y la fiabilidad y ética de las instituciones y profesores que impartían esos conocimientos.
Hete aquí que en los últimos tiempos han florecido cursos, masters, expertos, especialistas y otros especímenes que, escapando al control deseable, han venido a dar al profesional torticero lo que la sociedad reclama y en el momento que lo reclama. Es decir: “Quiero lo máximo y lo quiero ya”.
«Debería prevalecer en nuestra profesión la idea de que lo meritorio de un máster no es el título en sí, sino los conceptos adquiridos y el esfuerzo realizado»
En algunos casos, visto lo visto, desvirtuando el concepto de “master“, que busca formar maestros, señores del saber, para crear por la vía rápida, personajes con ínfulas que, no pudiendo conseguir con su esfuerzo lo que de esta manera normalmente consigue el hombre cabal y responsable, han descubierto una anómala vía para justificar lo que no son.
Nuestra profesión no está exenta de esos riesgos. Las redes y sus posverdades, los títulos rimbombantes, el copia/pega, el márketing desaforado, propician el obtener la confianza del entorno y la seguridad en uno mismo por vías que no siempre son el trabajo diario y el esfuerzo cotidiano.
Las enormes inversiones, a veces pienso que demasiado enormes, en formación que supone conseguir la excelencia en odontología se prestan por parte de algunos a esperar, cuando no a exigir, resultados favorables en la evaluación de los méritos.
La lógica estadística debería mostrar que en una formación académica, un porcentaje de alumnos obtiene buenos resultados pero también un porcentaje de ellos requiere el doble de tiempo, esfuerzo y dinero para conseguir los mismos objetivos. O no los consigue. Es por ello que la obtención de un máster debería ser el certificado del acceso a la excelencia en una materia concreta y no la vía de adquisición de las competencias que no se adquirieron en su momento, una especie de continuación de la carrera, o lo que es peor la manera de conseguir el reconocimiento profesional sin haber hecho méritos para ello.
Nuestros odontólogos deben estar atentos a seleccionar su formación por la rigurosidad del contenido docente, la valía de los profesores y la calidad de la enseñanza y no buscar atajos rápidos y fáciles.
Incluso al margen de esta obviedad, debería prevalecer en nuestra profesión la idea que lo meritorio de un master no es el título en sí , sino los conceptos adquiridos y el esfuerzo realizado . Del mismo modo, a los garantes de la calidad docente no les toca más remedio que extremar su vigilancia para evitar lo que hoy día está ocurriendo.
Ojalá por último, nuestros pacientes sean cuidadosos al valorarnos y no se dejen llevar sin demasiado rigor por las luces, el fulgor y los títulos que envuelven a nuestra profesión. En resumen el gran problema es, como siempre, saber separar la paja del grano y todo ello sin presumir de saber hacerlo.
MANUEL RIBERA URIBE PROFESOR DE GERODONTOLOGÍA Y PACIENTES ESPECIALES UNIVERSIDAD INTERNACIONAL DE CATALUNYA